jueves, 14 de febrero de 2013

Crónicas en el Deutsche Bahn I

Una cama con sexo, residuos de placer, silencios infinitos en medio de sonrisas y miradas penetrantes. Eso era lo que ella tenía con él, ¿motivos?; ninguno. Una pizza sobre la mesa, un supermercado express y una calefacción en los asientos de su auto.

Los momentos de silencio eran prolongados hasta volverse eternos. Unos ojos azul grisáceos, profundos y expresivos; en él había dulzura y complacencia, amabilidad y egoísmo. 

En él no existía ningún porte, era guapo pero a primera vista no causaba ninguna atracción. Sus caricias eran delicadas y rápidas, pero en él siempre cabía la prudencia.

El S-Bahn corría su curso, la nieve blanca brillaba con el resplandor del sol, mientras la temperatura era tan sólo de menos dos grados centígrados.

El cielo estaba azul y limpio, el aire era fresco. El vagón venía lleno y ella estaba sentada en uno de aquellos asientos azules, nerviosa y prevenida ya que viajaba sin haber comprado el boleto del tren.

Un hombre tocaba su violín  e imploraba  unos cuantos céntimos con el sonido de su música. El tren entraba en un túnel oscuro y ella pensaba en el sexo que había tenido con él la noche anterior.

La cama de Daniel era como la de los otros, insignificante y únicamente placentera.  Ella estaba haciendo a un  lado la sombra que carcomía su cabeza, la sombra de la que estaba enamorada.

Aquella mañana ella despertaba con los rayos de luz sobre su cara, ella abría los ojos lentamente y estiraba sus manos entumidas por la mala posición que había tenido para dormir, debido a que él la rodeada con sus brazos y tomaba una de sus pequeñas manos con las suyas y ella lo abrazaba con su cabeza en su pecho. 

Miró en dirección a la luz y aquellos ojos especiales, azul grisáceos  se abrían delicadamente  mientras los rayos del sol iluminaban el cabello rubio y dorado de aquel hombre pálido que sonreía tiernamente y besaba su frente para terminar susurrando...Guten Morgen!

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