En el análisis de las sombras seguíamos siendo dos entes, la mujer miraba de frente y aquel hombre tenía una posición vertical. Sus caminos se hallaban situados en direcciones opuestas a pesar de que en ese momento pertenecían juntos en el mismo espacio y lugar.
El iluminaba con su resplandor aquellos humanos, aquellos mundos distintos, la piel bronceada y la piel opaca, la iluminosidad de los ojos y la carencia de la sonrisa.
Las piedras destruían sus formas humanas en ese suelo de realeza, en el entorno mágico de un castillos.
Las manos se entrelazaban, los enamorados caminaban, daban un paseo, tenían una cita, miraban la ciudad desde cielo.
Las sombras seguían allí hasta que las nubes se interponían ante el astro redentor. Había un olor a lluvia, ramas secas del otoño y señales de primavera. Las flores renacían en el inviernos mientras las hojas secas desaparecían del suelo.
Las sombras calmadas y estáticas se plasmarían en dicha imagen, donde los recuerdos serían pensamientos dispersos y nublados; donde las sombras del Solitude guardarían en esos rincones las historia de amor de esas sombras...
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