Era una especie de Bonji, su pie estaba sujeto a la cuerda y la caída aumentaba su velocidad; aún no tocaba el vacío y flotaba en medio de la intensidad del aire.
El viento tocaba ligeramente su cara como una mano suave acariciándola ligeramente. ¡Seguía viva!
Los asesinos las perseguían en una especie de paracaídas y un globo aerostático pero ella ya se hallaba lejos de ellos.
No había ningún dinosaurio, sólo algunos árboles que le opacaban la vista hacia el hermoso río que cruzaba la frontera de un nuevo bosque.
La ventana era grande y había muy pocos espejos alrededor, las cortinas se mantenían abiertas en la habitación que ella imaginaba mientras seguía cayendo. Sus ideas se expandían a las líneas de la Maga y Oliviera pero se detenían en la gloria de los versos de Kumpfmüller. La realidad de sus imágenes era la misma que la de un Dalí o una película de Buñuel o Jodorovski.
Fando y Liz representaba su estadía en los cuentos nórdicos y un silbato rondaba en su oreja. Sus manos se extendían como papalotes y sentían la fuerza del aire.
Una caja de música le recordaba la dulce infancia y el sonido de la voz de la mujer mas linda del mundo. Los ojos derramaban lágrimas por la presión del viento pero su boca mostraba muecas de alegrías que no reflejaban un dolor absoluto.
Un león saltaba por encima de su cuerpo y un elefante rosa salía en sus pensamientos. Las imágenes incoherentes eran como la de Alicia en el País de las Maravillas mientras entraba en el hoyo del conejo blanco. Un juego de pocker en un casino la convertía en una elegante mujer con vestido largo y una pulsera de diamantes mostraba su belleza.
Cientos de billetes empezaban también a volar como un torbellino alrededor de su cuerpo y entonces la minificción del dinosaurio de Monterroso hacía énfasis en la historia más allá unas lineas de un despertar y un ligero resplandor de sol...
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